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Komtia -MdT 4-

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misvan93's avatar
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Esa es una historia que se explica desde hace diez generaciones y media en todas las casas en las que haya un niño menor de ocho ciclos bien flojito, en el oído. En este momento a tres; uno de ellos es Aliguer, que de tanto fascinarle aquella estatua acabará por buscar a su creador.
Pero ésa es otro capítulo de su vida que tendrá que explicarse más adelante.
Érase una vez una joven que vivió la caída de un imperio entero en un mundo que pocos consiguen atrapar en las redes de la historia. Algunos dicen que su cabellera era tan larga como la noche, que su rostro sonriente traía de calle a todos los hombres, que era fuerte y tomaba sus decisiones a la primera.
Nada más lejos de la realidad.
Se rapaba el cabello,
jamás sonreía para no mostrar debilidades, como todos los humanos,
podía ser más floja que un huevo de cría y
claro, meditaba sus respuestas tanto tiempo como pudiera arañar.

Nadie recuerda ya cómo se llama —demasiados manuscritos en lo más hondo de la Espiral, una tarea sólo por si alguien la elige como destino—, así que la nombran Komtia, que en su lengua saltarina significa «primera». No se sabe cómo nació, si tenía padres, donde creció, cuántos ciclos...
Espera, eso sí que se puede llenar.
Komtia vivió ciento once ciclos, once meses, once días y once horas. Y a partir de los veintiuno supo cuánto tiempo le faltaba para que su vida acabara. ¿No debería ser algo angustioso, saber que algún día girarás la esquina y la muerte te aparecerá con una sonrisa y adiós? Para algunos lo es. Miran el calendario, saben de su último día y gimen y se muerden las uñas hasta que les sale sangre y, oh, tienen pánico de la muerte.
Pues no aprovechan la vida.
Komtia veía cómo un universo entero perecía en las llamas. En algo llamado ciudad, un lugar donde vivían decenas de miles de personas, la gente cerraba los ojos, gritaban y sobre todo, huían. Se metían en sus artilugios pero se habían estropeado, y acababan arrancando las puertas, y al final se retorcían en el suelo.
Frustrados, sin poder creérselo del todo.
Algunos ayudaban a los demás, y quizás hubiera servido de algo, si esa vorágine de fuego y humo no se los tragara a todos. Muchos se comportaron de manera egoísta, y pocos intentarían ayudar al prójimo en sus mismas condiciones.
Ella les dijo a todos sus descendientes que se arrepentiría siempre de no haber mirado atrás.
Eso es lo que ponía debajo del pedestal de su estatua, que se encontraba en la única fuente de la Espiral:
Si tienes que dejar algo atrás, déjate acompañar o lo lamentarás para siempre.
Siempre tan lapidaria.

Pero lo que importaba de ella no era haber sido una chica normal y corriente que había escapado del peor de los caminos futuros. Era haber luchado contra sus propios monstruos y haberse dejado media vida hasta poder construir la Primera Galería, aquella que sólo conocían aquellos que podían salir a la superficie.
En ella vivieron sus dos hijos, esos que habían nacido de su propio vientre. Los últimos que conocían que se engendraran de tal modo en ese lugar.
Y ella, en tono despectivo, empezó a llamarse «cigarra».

Dentro del mar de túneles alguien ha decidido colocar una fuente con una estatua suya en el principio de la Espiral, para que nadie la olvide jamás, y todo el mundo pueda saber su historia. Salvia se sienta cansada en el borde, y se dice a sí misma que ya no está para esos trotes; mirando a Aliguer, que con dos o tres suspiros acaba tumbándose junto con su madre, resguardando la carabela entre sus diminutos brazos. Váinamo, en un cruce inesperado para todos, ha entregado el objeto al niño y les dice que vayan cogiendo atajos, misseñores, mientras intento despistar a Sar Livu.
—¡No huyas, Nino! ¡Serás cometierras!
Así resonaba la voz de Sar Livu.
—¡Te mandaré a lo más hondo de la Espiral!
Sin darse cuenta que, más que un castigo, eso sería un placer para el Bibliotecario de los Narcisos.
Ahora Salvia piensa arrepentida que podrían haber ido a los Grandes Baños, pero ya están demasiado exhaustos y no podrán caminar más.
—Aligerini, haz eso ya.
«Antes de que Sar Livu aparezca de sopetón por aquí».
—Vale, mami.
Como la hoja que cayó sin querer en ese cuenco de agua, así quiere dejarlo. Junta los pies, se levanta de puntillas, y parece que el ciclo se paralice. Las manitas pálidas tiemblan, se retuercen junto a la madera, y lo coloca levemente en el agua, como el suspiro que eriza las nucas, moviendo los dedos un poco más allá, para empujarlo.
Parece que los ojos de la implacable Komtia lo contemplaran seriamente, esperando esa respuesta.
—Flota.
Como si esas cinco letras tuvieran que ser gritadas lo más fuerte posible.
—¡Flota!
Las cabezas se giran.
Y la gente del mar del túneles calla y ve la carabela girar alrededor de Komtia.
Sin palabras.
Sar Livu, rebentado de tanto correr, deja de perseguir a Váinamo, que por fin puede mirar la escena con un sentimiento que no podría describir.
¿Es un cariño inmenso o emoción hacia ese crío? ¿Tiene miedo de lo que ha provocado esa rebeldía o es una alegría que le llena todo el corazón? ¿Ha sido todo verdad, o el sudor que engancha su camisola es sólo pura imaginación?
Tantas y tantas y tantas preguntas lo inundan,
aunque ni siquiera sepa qué significa eso.
Ya se hablará más de Komtia en un futuro.
Y de Váinamo/Nino, también... es un personaje del que se puede sacar mucho jugo, como de los demás ^^
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